Abre la Luna
y ya no me sonríe.
y ya no me sonríe.
La indiferencia azuza el viento
que envuelve mi lecho,
el silencio cabalga
sobre crines agrietadas
y unas manos muertas
como mi pecho,
pierden el sentido que un día tuvieron
las caricias.
Ahora
el olvido
es el gran guardián de mi
alma.