Realicé la limpia,
perforé el hueco,
olvidé que el olvido no olvida
y engendré una colina
donde esparcir mis pedazos.
Golpe de hacha
y olor a jazmín.
Lágrima de flor
y revancha de jeringuilla.
Todo cabe en la palma de mi mano
ahora que el ruido se silencia
y mi grito dejó de ser
un continuo verso deslavazado.