Salimos a la mañana
como águila que atisba horizonte.
Urdimos el pulso de las sábanas
saboreando el licor de nuestros vientres.
Es ahora,
en esta muerte entreabierta
que ningunea la luz del alba,
tiempo en el que resurgiremos
de nuestras pétreas cenizas.
Serán las gotas de sal resucitándonos
tras haber sido cadáveres
en el fragor de la ardua batalla.
Porque siempre juramos que la noche
nos convertiría en ángeles.