Inocencia ahogada en aquel cruce
y la vida continúa enganchada
a este manto de piel y llanto.
Desoye los bienaventurados consejos, Alma.
Ríe persiguiendo dolores,
grita en las entrañas del averno
y espera un alba que nadie sabe
si la noche traerá tras la resaca.
Dolor,
gloria
y este arroyo de mansa calma
que azuza sus aguas hacia los desfiladeros infinitos
del olvido.