Pequeñas muertes.
Abrazos de vida,
abrazos enfermos,
abrazos capaces de engullir.
Abrazos de amor,
cargados de puñales,
de los que mejor olvidarse.
Abrazos que nunca llegaron,
abrazos que algún día llegarán.
Y abrazos
eternos,
verdaderos,
enormes.
Lo suficientemente grandes,
como para ser capaces
de atravesar,
en tan solo instante,
toda la inmensidad
de un océano.
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