¿Qué agua inunda
el dorado río
que cae sobre sus hombros?
¿Qué luz prende el sol
que ilumina el lejano horizonte
de su mirada?
Blanca la mejilla,
consuelo de perdidos besos.
Enigma de una sonrisa
digna un dios insurrecto.
¡Dejadme!
¡Ay, Dejadme!
¡Que sólo quiero descansar
en la remota bahía de
su pecho!
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