y la ciudad entera
cayó sobre mis hombros.
Sus estrechas calles
encontraron refugio
en el interior de mi pecho
y el solitario Duero,
enjutó mis lágrimas
entre sus orillas.
Y volvió a ser aquella
puerta cerrada
la que dio comienzo
a este camino incierto
que siempre conduce
hacia ningún lugar.
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