No hay gesta en un corazón amarrado
a la profunda pátina del silencio.
Como olas que golpean sordas
los pilares ocultos del tiempo,
así se asesta el golpe frío
de un grito ajeno que revienta.
¡Despierta!
¡Despierta y azuza la hoguera
que ha de quemar tu vientre seco!
Que yo correré libre entre las corrientes,
abrazaré alegre los ensanchados pechos
y lloraré insomne bajo el sol ilustre
resucitando en salientes hordas
de encendido viento.
Sólo.
Tan solo para admirar
tu sonrisa eterna.