viernes, 5 de octubre de 2018



Queda también silencio entre nosotros
Jaime Gil de Biedma



Olía a verano,
ella dormía levitando entre mis párpados
y yo toreaba insomne
en aquel oasis de entrelazadas manos
que velaban su vientre.

Sevilla sucumbía a su tez blanca
y Málaga, ‘la Bella’,
enmudecía sin remedio
ante su eterna sonrisa.

Todo era silencio,
interrumpido apenas por el eco ronco
de una tos envenenada,
grito lejano de un negro pulmón
en busca de abrazos.

Todo era silencio,
paraíso infinito de un universo

colmado de sutil belleza.

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