Queda también
silencio entre nosotros
Jaime Gil de
Biedma
Olía a
verano,
ella
dormía levitando entre mis párpados
y yo
toreaba insomne
en aquel
oasis de entrelazadas manos
que
velaban su vientre.
Sevilla
sucumbía a su tez blanca
y Málaga,
‘la Bella’,
enmudecía
sin remedio
ante su
eterna sonrisa.
Todo era
silencio,
interrumpido
apenas por el eco ronco
de una tos
envenenada ,
grito
lejano de un negro pulmón
en busca
de abrazos.
Todo era
silencio,
paraíso infinito de
un universo
colmado de
sutil belleza.
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