Inconscientes entretejimos
nuestra tela de Aracne
nuestra tela de Aracne
con la que Atenea
enfurecería de sublime belleza.
Alegres anduvimos
frente a Saturno
ignorando que entre sus fauces
los hijos que nunca tendremos
ya estaban siendo devorados.
Azael cayó del cielo
solo por disfrutar de tu mirada
y Madrid nos engulló
en su intrincada maraña de Dédalo
donde Teseo
no nos prestó su hilo de seda
y acabamos a merced
del inmenso y temible
Minotauro.
Ahora rezo a la diosa Cibeles
para que algún día
libere tu sonrisa de aquel laberinto.
Ahora rezo a la diosa Cibeles
para que algún día
libere tu sonrisa de aquel laberinto.
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