Ante el ruido de la calle,
de tanto museo encerrado,
de tanto verso encasillado.
Grita mi pecho diseminado
en cada nota de una triada
en tono menor.
Lloro la ausencia del infinito roto,
en este silencioso muro
de puertas y fronteras cerradas.
El Mar,
es el dueño lejano de un abismo
que deja oculto
su manto de seda
esperando a mis alas
queriendo de nuevo volar.