Hoguera ardiente en las orillas de lo inmundo,
cielo de metal con lágrimas de infinito,
pupitre de un niño que llora
sin encontrar su sonajero.
Llama de amor fatuo
en un conjuro de escombros y despedidas,
locura de leyes sin ciencia,
vertedero de minutos sin flores ni acuarelas.
¡Fuego!
¡Qué renazca la Luna!
Que vuelva a pasar su luz
por el corazón.
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