Tus ojos me dirán
que amaneció
un nuevo día.
Tu pelo,
romperá sus olas
en los acantilados de mis
embriagadas manos.
Mis dedos,
llenarán tu pecho
con aquellas bulerías.
Y mi alma,
quebrada,
ansiosa de tu droga,
rendida sin lucha
frente a tus acentos,
se mostrará
libre,
desnuda,
bella,
omnipotente.
Y ya nada permitirá
que yo siga siendo
este inválido ciego.
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