Otra vez
buscando un pilar
que sostenga
el edificio
que a punto estuvo
de derrumbarse.
Un asta
donde izar orgullosa
la bandera
que sucumbió a todas
mis batallas.
Perdí la brújula
en aquel monte perdido
donde aún resuenan con fuerza
las voces que me gritan:
¡Idiota!, ¡Siempre serás un idiota!
Y aunque de nuevo
las lágrimas
quemen el interior
de mi consuelo,
sé que dentro de mí
está la pieza que completará
por fin este interminable
puzzle.
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