Afuera resuenan
los gritos de la marabunta,
aullidos de un tumulto
descabezado, que sin rumbo
desoye los cantos de la Belleza.
Y tras mi piel,
el silencio inunda
los rincones oscuros de este Aleph.
¡Suena, Silencio,
suena!
que ya no hay ruido
que atrone
tanto rebaño.
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