Tanto es el peso
de este vacío,
tanta la piel que estrangula
mi otra vida
que mi espalda entera
se resquebraja.
Es sonido de silencio
esa palabra hueca
que hiere el alma
sosteniendo los deseos
que nunca sobreviveron.
Rompo esta jodida botella
contra el oxidado balcón
de mis sienes,
porque ya perdí el paso
en estrechos laberintos
y juegos de niños,
y he acabado trastabillando
en la penúltima abertura
de la rayuela.
Ahora, en este oscuro regazo,
mis dedos ansían
sentirse libres
entre melodías de pechos
y jugos de ambrosía.
Ya no hay espacio para la duda,
hoy empieza de nuevo
la batalla.
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