Entrar en la noche
a tientas,
para desvestir tu manto
y meter la mano bajo la falda oscura
de desengaño.
Ahora,
que oigo sirenas
entre las rosas,
morderé tus pechos
mientras siembro jardines
de jazmines blancos.
¡Silencio, Luna, silencio!
Que nadie nos oiga,
porque pronto empezaremos a gemir
por nuestras pieles
hasta cubrirlas de negro llanto.
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