en el tiempo,
contemplando los trozos
que
en jirones
se agolpan bajo la camilla.
Aquella risa que pierde aliento
y la brisa de un mar lejano
que aún no ha soplado en esta orilla.
Sentir los azotes
de amores quebrados
cruzando en laberintos
las esquinas de mi pecho.
La palabra que no fue dicha
cuando emanaba del volcán de mi boca,
quedará muerta,
putrefacta,
en las intrincadas veredas
del silencio.
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