La vida se derrama a chorros
por entre mis encalladas manos.
Pero me planto en mitad del sendero
sin dubitativas miradas,
enarbolando como bandera tu boca
y llenando mis alforjas de tus curativos besos.
Dejando en el olvido innumerables paisajes
que al recordar
van quemando las orillas del alma.
Convencido de que jamás
volveré a transitar por aquellos caminos,
infestados de maleza y lodazales
hechos de desengaño y hastío.
Al volver a divisarlos,
a lomos de tus cabellos,
con paso firme me vuelvo
y retomando mi camino,
empiezo a comprender
que atrás quedarán
viejos delirios,
y que nuevas andanzas
traerán aire limpio
a mis pulmones podridos.
A lomos de tus cabellos.
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