Es cuando la realidad
te golpea en el hígado
con un tremendo gancho
de izquierdas,
y te despierta de este jodido
sueño en el que tú,
estúpido ingenuo,
te habías zambullido tan alegremente.
Entonces, aquel mapa de Borges
y toda esa gilipollez hiperreal
que sólo Baudrillard se creía,
desaparecen.
Y reluce cruda, horrenda,
con sus aristas ocultas,
sus verrugas con pelo en la nariz
y su fétido aliento,
cubriendo de mierda
toda tu alegre locura
que de nada te sirvió.
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