Volverse loco
sería la idea más descabellada
para cualquier inicio de año nuevo.
Encontrar los cabos sueltos
de lo absurdo
y comprender la verdad caleidoscópica
de todo lo que acontece,
sería el esfuerzo más inútil
cuando se intenta hacer
cualquier dichosa
lista de buenos deseos.
La felicidad
debería sonrojar mis mejillas,
y no lo hace.
Todas las rajas
se concentran ahora
en el minúsculo aleph infinito
de mis ojos,
y todas se clavan al unísono
en este pecho maldito
como puñales de madera carcomida.
Al fin y al cabo,
la vida
no es más que un punto
que cambia de sitio
dependiendo
del cristal con que se mire.
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