Afloran las cicatrices
y todo es
catarsis de insomnio,
dolor
y locura;
siento como si
hubiera olvidado
leer
todas las palabras,
sentir
todas las melodías,
pensar
todo lo imaginable.
He de sentarme
en este pequeño umbral
a esperar que mi pecho
florezca de nuevo.
Pasto de olvido
quemado por un millón
de fuegos
que yo mismo me encargué
de prender.
El mundo se ve lejano
desde la absurda pequeñez
de mí mismo.
Pero dentro de mi piel
todo es grande,
inmenso como el hueco
que deja cada partida.
Soy Estado soberano,
ley inquebrantable de mi
propio juicio.
Dentro de mi frontera
soy ciudadano de pleno
y exiliado sin derechos.
No existe ideología,
gobierno
ni ejército
capaz de invadir
toda esta región
de amor inexplorado.
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