lunes, 29 de febrero de 2016

Madrid no está hecha a las despedidas.
Quizá por eso,
hoy se levantó 
gris y ojerosa,
llorona como una canción de Chavela.

Atocha no recibió
cordial
a sus viajeros,
y en el Thyssen,
aquel campesino que pintó Cézanne
se confundió oscuro entre anodinos 
paisajes holandeses.

Los poetas del Barrio de las Letras
cantaron sus versos
al negro
y Sol, no encontró
origen a su nombre.

La gente
no hizo cola en aquellas
grandes superficies,
las aguas palidecieron
en las orillas
del estanque del Retiro,
languidecieron los cedros
del Paseo de Coches
y ni siquiera blasfemó
la estatua del Ángel Caído.

Madrid no está hecha a las despedidas,
por eso,
mientras el amor vuela lejos,
hoy sí,
Madrid está triste.






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