Conozco bien estas tierras.
No mucho tiempo hace
que anduve por sus
intrincados pasadizos
que mi pecho aún
mantiene grabados a fuego
en su memoria.
Recuerdo
estos lodazales
que en su día,
se apoderaron de todo deseo
hundiéndolo en oscuros
y profundos cenagales.
Duelen todavía
las cavernas que encerraron
con tranca mi alma
y evitaron que el Amor
jugueteara por playas
inundadas de seda.
Fue entonces cuando
tus escondidos rincones encendidos
me condujeron fuera de estas
laberínticas callejuelas.
Fue entonces cuando
tus eternos ojos velados
guiaron mi camino
hacia aquellos campos abiertos
de espléndidas primaveras.
Pero es ahora,
que ya no me guían tus ojos
y que tus rincones se me apagaron
para iluminar otras veredas.
Es ahora,
en soledad,
cuando vuelvo a estar postrado
frente a la enjuta cerradura
que de este devastador imperio
abre las puertas.
Y sólo yo
poseo la llave.
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