Lo grande, siempre me vino pequeño,
quizá
porque nunca tuve la osadía
de ofrecerme a la materia como
un todo.
Pocas las veces en que riadas
compusieron la melodía
de mis pasos,
pero sediento como estaba,
en ocasiones me detuve
y en aquellos arroyos
sacié mi sed.
Y nunca conseguí
beber lo necesario,
porque en esos manantiales
jamás encontré la fuente
de tus labios.
Es por eso que descendí,
y aunque siempre hice todo lo que pude
nunca fui suficiente.
Ahora,
vagabundeo desnudo en este desierto de arena
intentando llegar algún día frente a esa ventana
para subir a su alféizar
desde donde jurar y perjurar,
hasta caer muerto,
que jamás volveré a sentirme grano
en aquella playa quemada.
Porque lo grande, siempre me seguirá viniendo pequeño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario