No te abandones,
ahora que ya sabes
que no hay
certeza imposible,
ni mentira que acabe
por rendirte.
No vaciles,
no titubees,
que ya puedes ver a lo lejos
las extensas alamedas,
y sentir el latido
de un pecho cercano
que anda guiando
tu camino
por esas intrincadas veredas.
No desfallezcas,
no te rindas,
que ya vienes
atisbando el día,
y acabarás intuyendo
que todo final
contiene una victoria,
y si no la viste,
es que aún no conseguiste
conquistar aquella ladera.
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