domingo, 29 de junio de 2014

Mis dedos,
aún persiguen desesperados
aquella barca perdida
tras la fuerte arbolada
de tus cabellos embravecidos.

Y recorren despacio
antiguos caminos olvidados,
que de tu nuca salían
colmando tu espalda
con mañanas de pasto quemado.

Mis dedos,
aún andan sin destino
sobre tus altas montañas sin frío,
cruzando senderos conocidos
que llevaban directos a las fronteras
del hondo volcán de tu ombligo.

Mis dedos,
aún llegan exhaustos a su destino,
y descansan, sin descanso,
dentro de la profunda cueva
de tu delirio.

Y es que
mis dedos,
aún,
consiguen sobrevivir
a tu olvido.

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