Pobre de aquel
que no es capaz de reírse de sí mismo.
Pobre del que
cuyos totems, necesitan permanecer de piedra.
¡Qué difícil debe ser
vivir siempre con miedo a las alturas!
Qué difícil ver en la diferencia
un logro,
y en la libertad
una meta.
Pobres, lo que se dice pobres de solemnidad,
son aquellos que no ven más allá de sus propios estigmas.
Ni dioses, ni leyes, ni creencias serán nunca capaces de someter una risa
que, mal que les pese, seguirá siendo mucho más fuerte
que su inútil y armada (hasta los dientes)
pataleta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario