viernes, 16 de mayo de 2014

Domingo en Harlem

Jamás sierpe, ni cebra, ni mula
                                                                                        palidecieron al morir.

Federico García Lorca


Las mañanas de domingo
en Harlem,
se tiñen de ocres claros
y ébanos brillantes,
que se visten con sombreros
de nieve
y trajes azul cobalto,
incrustados en pieles zaínas
de gotas caoba
y terrosos mantos.

Las mañanas de domingo
en Harlem,
huelen a fogones
de Madagascar, Camerún y Etiopía,
aliñados con
hojas de Adansonia quemado.

Las mañanas de domingo
en Harlem,
suenan a Gospel
y a síncopas de 6/8,
a samples de 2pac,
a Miles con su trompeta
y a Mingus con su contrabajo,
y en el Apollo se siguen escuchando
los cantes de Aretha, Ella, Etta,
Stevie, James y los Jackson.

En las mañanas de domingo
en Harlem,
aún resuenan los discursos
de Marcus, Martin y Malcolm,
que mantienen orgullosa la belleza
del color que inunda
los balcones del barrio.

En las mañanas de domingo
en Harlem,
África se mueve
al compás del baile
de los niños en las calles,
y se despereza alegre,
en el mismo ombligo del mundo,
intentado despertar de su largo letargo.




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