Quizá
nunca llegue a escuchar
tu risa
resonando
por los rincones de mi casa,
que seguirá siendo
desvelo.
Quizá
nunca permitas
que abone tu jardín
para que tus verdes
no marchiten,
y tus ramas
florezcan fuertes
cada deshielo.
Y nunca quieras
asomarte a mis ventanas
desde donde podrás ver
la luz brillante
de todos los soles de verano.
Y quizá,
algún día,
exhausto de tanto navegar,
acabe naufragando
en este mar que frente a mí
no deja que sienta
la blanca pleamar de
tu brisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario