domingo, 4 de mayo de 2014

Quizá
nunca llegue a escuchar
tu risa
resonando
por los rincones de mi casa,
que seguirá siendo
desvelo.

Quizá
nunca permitas
que abone tu jardín
para que tus verdes
no marchiten,
y tus ramas
florezcan fuertes
cada deshielo.

Y nunca quieras
asomarte a mis ventanas
desde donde podrás ver
la luz brillante
de todos los soles de verano.

Y quizá,
algún día,
exhausto de tanto navegar,
acabe naufragando
en este mar que frente a mí
no deja que sienta
la blanca pleamar de
tu brisa.

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