jueves, 29 de mayo de 2014

Menos mal
que hoy me querías,
y dejaste
que mis dedos recorrieran
acariciando
las eternidades de tu brazo.

Porque no estabas fría,
y de tu boca
salieron flechas
que en mi estómago
clavaron su astil.

Y mis ojos cerrados
vieron,
en ese arpegio quebrado,
tu nido.

Y mi pecho te sentía
mientras lloraba la palma
de mi mano derecha.

Menos mal
que hoy me querías,
porque hoy,
de veras,
te necesitaba.



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